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Foto del escritorSheila Rojas

Patrones familiares: ¿Nos marca la forma en que hemos sido educados?

Alguna vez escuché decir a mi padre algunas frases que seguramente si tienes mi edad (alrededor de los 20, claro) también habrás escuchado: “Mi padre era muy estricto conmigo, y gracias a eso, soy una persona de bien”, “En mis tiempos los maestros nos daban de reglazos en las manos y no estoy traumado”, “Gracias a los golpes que me daba mi padre soy una persona honesta y trabajadora, no un delincuente o drogadicto”. Sin embargo, déjame decirte una cosa si tú eres padre de familia de la edad de los míos y también has dicho estas cosas: Las emociones no se pueden ver, al menos no a simple vista hasta dónde yo sé. ¿Por qué pides a las personas que observen algo que es tan íntimo y sólo uno mismo puede dar cuenta de ello?, ¿Te has puesto a pensar a qué costo emocional te alineaste a esa disciplina propia de un campo militar que tenían nuestros abuelos hace algunos años? ¿Quizá por miedo o tristeza?, ¿O por genuino y auténtico respeto y convicción? Y más importante aún, ¿sientes una sensación de vacío a la fecha por aquellas cosas que le faltaron decir o hacer a tus padres estrictos y que tanto anhelas hasta el día de hoy? Pues déjame decirte que si respondiste de manera afirmativa a alguna de estas preguntas, quizá no lo hicieron tan bien.


¡Todos! Absolutamente todos, tenemos un pie del cual cojeamos. Muchas de estas cosas son producto de las experiencias vividas a edades tempranas, en las cuales, claro, algunas veces estuvieron involucrados nuestros padres. Te has preguntado además, ¿por qué razón mis hijos no me hacen caso?, ¿por qué por más que pruebo fracaso en el intento de ser una figura de autoridad para ellos?, ¿por qué siempre las caritas tristes o insoportables berrinches me hacen tentarme el corazón para quitarles el castigo que ya tenían bien merecido? Pues sí, como quizá ya te habrá “caído el veinte”, esa incapacidad tuya para poner límites sanos con tus hijos y ejercer tu autoridad como padre, o esa extrema flexibilidad que te hace más que un padre un amigo de tus hijos al punto de colocarte en el lugar de un camarada más al cual pueden llamar “wey”, es producto de esa educación autoritaria hasta límites insospechados, la misma que tu jurabas que te hizo un “hombre de bien”.


Estoy de acuerdo en que actualmente ya no se transmiten los mismos valores que antes, las generaciones de ahora ya están más “despiertas” y ya nadie es autoridad para ellos. Quizá las chicas ya no acostumbran usar vestidos de holanes o llegar a las 10 de la noche para evitar ser víctimas de una tanda de nalgadas del padre. Ahora las adolescentes salen de antro apenas a las 12 de la medianoche. Pero, me pregunto ¿quiénes han criado entonces a estas nuevas generaciones que tienen poco respeto por los adultos? ¡Acertáste! Las mismas que sufrieron de esos regímenes nazis autoritarios muy al estilo Hitler. Si, ese hijo incontrolable e irrespetuoso no se ha convertido en lo que es de la nada. Los hijos son reflejo de lo que sembramos a lo largo de los años, de un historial de permisividad que fue creciendo como la nieve cada vez que tu decías: “Nah, qué más da. ¡No pasa nada!” y te relajabas en tu hamaca cada vez que el niño te insultaba o no quería recoger sus juguetes dispuestos a lo largo de tu sala.


Toda esta generación de niños y adolescentes tiranos es producto de una oleada de generaciones que vivieron sometidos por padres en extremo autoritarios, ahora incapaces de ejercer una autoridad sana que corresponde a la jerarquía en la que se encuentran, y que ahora educan regidos por la culpabilidad de no llegar a ser lo que fueron sus progenitores. Te seré abiertamente sincera. Si te identificas con todo lo anterior y también tienes estos mismos problemas con tus hijos, al igual que gran parte de los padres de tu edad (si te creías el único en esta situación, ¡baja de la nube!, en realidad no eres tan afortunado), no cometas el grave error de mandar a tus hijos al psicólogo como regularmente lo hacen todos. El que necesita de ayuda no es tu hijo, sino tú, él solamente aprovecha tu debilidad (y dime, ¿quién no lo haría?). Así que si estás pensando en hacerlo, ¡sorry!, pero corre y cambia la cita a nombre de tu hijo por el tuyo. Hay cosas que necesitas sanar y asuntos que arreglar antes de alistarte a la guerra (ser padre).


Te has preguntado alguna vez: ¿por qué razón mis hijos no me hacen caso?, ¿por qué por más que pruebo fracaso en el intento de ser una figura de autoridad para ellos?, ¿por qué siempre las caritas tristes o insoportables berrinches me hacen tentarme el corazón para quitarles el castigo que ya tenían bien merecido? Si te sientes identificado con esto y quieres agendar una cita, te dejaré mis datos de contacto para que podamos hablar al respecto. ¡Estoy para servirte!

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